LA EXPERIENCIA DE LA RESURRECCIÓN BROTA DEL ENCUENTRO CON JESÚS.

 

LA EXPERIENCIA DE LA RESURRECCIÓN BROTA DEL ENCUENTRO CON JESÚS.

Encuentro liberador, gozoso y reconciliador. Liberador por nos libera de nuestras cargas, perdona nuestros pecados. Gozoso por que nos hace participes del triunfo de su Resurrección. Y Reconciliador por que nos reconcilia con Dios y con toda la Iglesia. Hace de nosotros una “Nueva Creación” (2 Cor 5, 17) La Nueva Creación nace de la Pascua de Cristo: “Muerte y Resurrección.” De la Nueva Alianza nace la Iglesia, los Sacramentos, la Nueva Ley, el Nuevo Mandamiento y la Vida Nueva: El Mandamiento del Amor.

¿Qué hacer para entrar en la Pascua de Jesús?

Lo primero es escuchar su Palabra y ponerla en práctica, es decir, ir a Jesús. "«Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.»"(Mt 11, 28- 30) Este es el Encuentro con Jesús para intercambiar con él nuestra carga de pecado y recibir su carga que es suave y ligera Al recibir el yugo de Jesús estamos unidos a él con la disponibilidad de caminar con él y aprender  de su Palabra y de su vida como para poder vivir cómo él y darle Gloria a Dios y hacer el bien a nuestros hermanos

Lo segundo es aprender de la Iglesia que nos enseña el camino de la salvación: "Al oír esto, dijeron con el corazón compungido a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué hemos de hacer, hermanos?» Pedro les contestó: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo; pues la Promesa es para vosotros y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos llame el Señor Dios nuestro.» Con otras muchas palabras les conjuraba y les exhortaba: «Salvaos de esta generación perversa.» Los que acogieron su Palabra fueron bautizados. Aquel día se les unieron unas 3.000 almas." (Hch 2, 37- 41)

La fe viene de lo que se escucha la Palabra de Dios (Rm 10, 17). El Bautismo es el sacramento de la fe, entramos en la Pascua de Jesús: Morimos con él, somos sepultados con él resucitamos con él, a una nueva Vida. Una Vida donada, sacrificada, resucitada y glorificada, de la cual había dicho Jesús: “Vengo para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10) Por el Bautismo somos incorporados y revestidos de Cristo (Gál 3, 26-27)

En tercer lugar viene el crecimiento en el conocimiento de Dios: "Rechazad, por tanto, toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias. Como niños recién nacidos, desead la leche espiritual pura, a fin de que, por ella, crezcáis para la salvación, si es que habéis gustado que el Señor es bueno."(1 de Pe 2, 1-3) El signo de la Nueva alianza es el Espíritu Santo que Dios da a los que creen en Jesús y lo obedecen. El divino Espíritu  actualiza en nuestra vida la “Obra de Jesús.” Nos conduce a Cristo y da Testimonio de Cristo en nuestra vida (Rm 8, 14-15) Ahora es el tiempo de la conversión. Después del Encuentro con Jesús es la hora y el momento para nuestra conversión que consiste en “revestirse de Cristo, despojándose del traje de tinieblas” (Rm 13, 13-14) Hemos nacido de Dios, de lo Alto, permanezcamos en su Pascua, permanezcamos en su Amor (Jn 15, 9; Gál 5, 24) ¿Cómo podemos hacerlo? “Muriendo al pecado y viviendo para Dios: muriendo al hombre viejo y viviendo para el Hombre” Nuevo (Ef 4, 23-24) La conversión cristiana es caminar con Jesús, obedeciendo su Palabra, guardando sus Mandamientos y practicando las Virtudes cristianas para permanecer unidos en la fe, crecer en el conocimiento de Dios, hasta alcanzar la estatura del hombre perfecto Cristo Jesús (Ef 4, 13)

San Juan en su primera carta nos presenta un camino de espiritualidad para caminar en la fe. "Si decimos que estamos en comunión con él, y caminamos en tinieblas, mentimos y no obramos la verdad. Pero si caminamos en la luz, como él mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado.” (1 de Jn 1, 6-7) Son cuatro pasos los que sostienen la experiencia de Jesús resucitado en nuestra vida:

a)     Romper con el pecado: “Si decimos: «No tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia. Si decimos: «No hemos pecado», le hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros. (1 de Jn 1, 8- 10)

b)    Guardar sus Mandamientos. "En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él."(Jn 2, 3- 5)

c)     Guardarse del mundo. "No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Puesto que todo lo que hay en el mundo - la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la jactancia de las riquezas - no viene del Padre, sino del mundo. El mundo y sus concupiscencias pasan; pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre."(1 de Jn 2, 15- 17)

d)    Guárdense de los falsos profetas. "Hijos míos, es la última hora. Habéis oído que iba a venir un Anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta que es ya la última hora. Salieron de entre nosotros; pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros. En cuanto a vosotros, estáis ungidos por el Santo y todos vosotros lo sabéis." (1 de Jn 2, 18-20)

Frente a estos cuatro pasos de la espiritualidad bíblica, podemos añadir que la experiencia del encuentro con Cristo; experiencia en la que el Señor nos bautiza con su Espíritu, nos pone en camino de lucha contra el Maligno, el Mundo y la Carne (cf Ef 2, 1-3) San Juan nos advierte que permanezcamos en la lucha porque el reino de Dios está en tensión y es de los que lo arrebatan (Mt 11, 12) "Os he escrito a vosotros, hijos míos, porque conocéis al Padre, Os he escrito, padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os he escrito, jóvenes, porque sois fuertes y la Palabra de Dios permanece en vosotros y habéis vencido al Maligno."(1 de Jn 2, 14)

Frente a esta lucha contra el mal Jesús nos advierte y nos aconseja: “Vigilad y luchad para no caer en tentación” (Mt 26, 41) Y san Pablo nos muestra el camino de la victoria: “No se dejen vencer por el mal, al contrario con el bien venzan al mal” (Rm 12, 21) "Por lo demás, fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su poder. Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del Diablo. Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas." (Ef 6, 10- 12)

La experiencia cristiana que consiste en la presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en nuestros corazones es un “don y es una lucha” Los medios para crecer son la Palabra de Dios, la Oración y la práctica de las Virtudes que son armas de Luz y armadura de Dios (Rm 13, 13). La experiencia del Encuentro de Cristo es un permanecer en la Gracia de Dios para caminar y crecer en la fe que nos configura con Jesús. Caminar y no arrastrarse, con los pies sobre la tierra y los ojos en el Cielo.

Para nosotros, resucitar es salir de Egipto, de Babilonia, salir de la sepultura del pecado para caminar en camino de éxodo hacia la Tierra prometida, Cristo Jesús y estar con Él como una Nueva Creación: muriendo y resucitando con Cristo a la Vida de Dios. La señal que hemos pasado de la muerte a la vida es el Amor: Es paso de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, de las tinieblas a la luz, de la esclavitud a la libertad, de la aridez a las aguas vivas para hacer de nuestro corazón una Fuente de Aguas vivas (Jn 7, 37- 38).



 

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